Me consta que, poco a poco, las mantis van llegando a las librerías. Hoy me he encontrado con un conjunto de ellas en mi casa. Vienen con hambre de revolución y pirotecnia, con ganas de sembrar el terror. El pobre Hernández no puede evitar mostrar su incredulidad y su asombro ante semejante peligro y, no me extraña, tiene toda la pinta de que él será su primera presa.

Pese a todo, son bienvenidas. Quizá siempre estuvieron en mi casa y yo no era consciente. A pesar de todo, ya son libres y se han desatado. Cuiden de sus estanterías por si acaso.